martes, 4 de enero de 2011

2003. EL AÑO QUE VIVIMOS EN PELIGRO





Los científicos estaban impresionados. Se estremecieron al ver las imágenes a todo color que les había mostrado el Dr. Roberto Mendoza. Uno de los más reconocidos hombres de ciencia. Ganador de un premio Nobel por sus investigaciones sobre genética y biocelulas.

Era un hombre sombrío y callado. 

Había llegado a la base porque le habían dicho que sería la ocasión de llevar a cabo sus experimentos genéticos sin ninguna restricción o límite que le coartara su libertad de acción.

El tema lo maravillaba. Se sentía dios y quería probarlo y mostrarle al mundo sus asombrosos descubrimientos.

Luna fue el más entusiasmado a la hora de llevarlo con él y hacerlo su aliado.

Mendoza experimentaba con nuevas razas. A ratos sus experimentos acarreaban serios problemas ya que los monstruos que salían de su laboratorio muchas veces lograban huir llegando a la civilización y asustando a la gente, situación que atraía la atención de los medios y esa era una de las cosas que menos deseaban Luna y su gente.

El Dr. Roberto Mendoza fue uno de los más entusiastas colaboradores en el experimento que más satisfacción le dio.

Cuando vio a ese pequeño lobo convertirse poco a poco y con mucho dolor en un hombre que caminaba en dos pies, sus ojos casi se llegaron a salir de su orbita.

Luego, vinieron más y más experimentos hasta tener lista la raza que salvaría al mundo del desastre.

El lobo antártico se convirtió en la única especie capaz de llegar hasta las profundidades de las heladas tierras australes para buscar en ellas el elemento vital que ya comenzaba a escasear alrededor del planeta.

Dentro de sus planes no estaba el hecho de que aquellos engendros pudieran "pensar", por lo que fue el Dr. Luna quien asesoró a otros científicos en la manipulación aun más extraordinaria. Dejar a estos seres sin la capacidad de reaccionar a nada solo a las órdenes que de ellos provenían.

El Dr. Mendoza no lo sabía o, si lo hacía, no le dio importancia a tal hecho. Esto hasta que el Dr. Cano le hizo llegar una información que lo ayudó a replantearse su vida y su estadía en aquella base.

En la pequeña habitación de Mendoza habían al menos unos 20 científicos que, curiosos por lo que había sucedido en el salón y las palabras emitidas por Cano, llegaron hasta ahí para ver que más debían saber.

-Esta información, señores, - dijo Mendoza - fue subida hace años a la red por la misma Agencia de Información Espacial Internacional. Pero al darse cuenta de la magnitud de lo que estas imágenes podrían causar en la población decidieron sacarla casi de inmediato. Muy pocas personas tuvieron acceso a grabarla en sus ordenadores y más aun, muchas fueron perseguidas hasta la muerte por insistir en difundirlas.

-¿Dices que esto sucedió en el año 2003? – preguntó uno de los que ahí se encontraba
-Efectivamente colega. El cometa era de unas dimensiones gigantescas, como lo pueden ver – dijo Mendoza, deteniendo el video y apuntando con un lápiz -  pasó tan cerca de nuestro sistema solar y de manera tan repentina que los encargados de la época no tuvieron tiempo a reaccionar. Sólo enmudecieron mirando la pantalla y esperando el fin.

-¡Es más grande que el sol! – gritó uno desde el fondo
-¡¿Y la cola?! ¿Como fue que no sucedió nada? – preguntó otro por ahí.
-Por favor – dijo Mendoza, volviendo a poner “play” – observen lo siguiente.

La imagen era asombrosa. Un colosal cometa pasaba justo delante del sol amenazando con exterminar todo el sistema solar que nos cobijaba. De repente, una inmensa explosión de plasma proveniente del sol mágicamente desvió el curso del cometa alejándolo por completo de nosotros.

-¡Desapareció! – gritaron varios excitados con lo que acababan de ver
-¡Pero qué!.. ¿¡qué sucedió?! – dijo el científico más cercano a Mendoza, mientras se tapaba la boca con las manos y volvía a ver la imagen sorprendido
-Nadie lo sabe exactamente – dijo pausado Mendoza – Esto me hizo creer que hay “algo” o “alguien” allá afuera que nos dio otra oportunidad.

Los científicos se volvieron locos. Comentaban todos boquiabiertos lo que acababan de ver y aun no lo podían creer.

-Señores – dijo Mendoza seriamente – creo que estamos hace rato viviendo “tiempo extra” y ya es el momento de avanzar y comenzar a ampliar aun más nuestros conocimientos para salvar y salvarnos de lo que me parece inevitable. Nuestra propia destrucción. Después de haber visto esto siento que no tendremos otra oportunidad.

Mientras tanto, el Dr. León Cano, ya marchaba hacia lo que sería su escondite y el de los jóvenes que lo siguieron.

-¿Y ahora… qué hacemos? – preguntó Mina mirándolo con admiración.
-Los animales pronto librarán una gran batalla. Ellos ya tienen su propio líder a quien seguir y están al tanto de casi todo.
-¿Casi? – preguntó uno de ellos
-Si. Su conocimiento es inferior al de nosotros. Pero su percepción es infinita y me creen.
-¿Tu hablas de los mismos especímenes con los que estuvimos experimentando todos estos años? – preguntó Mina
-Si doctora. Son los mismos pero a estos les introduje un microchip en su cerebro para evitar que sean rastreados por los hombres de Luna.
-¿Se salvarán? – preguntó ella
-Si. Ellos si.
-¿Y nosotros? – volvió a preguntar Mina angustiada
-No todos, mí querida colega. Lamento decir que no todos.