martes, 28 de diciembre de 2010

LA LUNA COMIENZA A ALEJARSE


-La luna ha comenzado a alejarse a mayor velocidad de la tierra. El sol cada vez emite mayores bocanadas de plasma. ¡Late señores! Pronto, nuestro planeta  estará bajo el agua. El elemento vital que ahora tanto buscamos. ¡Nuestro único hogar! se verá totalmente desprotegido - Vociferaba el doctor León Cano a sus compañeros científicos en la base subterránea de la Antártida.

-¡¡Eso es un mito!! - le gritaban
-¿¡Con quienes crees que estás hablando?! - decía otro por ahí - ¿Olvidas que somos hombres de ciencia?
-¡¡Por lo mismo!! - insistía Cano - Porque hemos vivido en este submundo por muchas décadas y conocemos el origen de nuestra propia existencia es que les digo ¡Debemos marcharnos!, ya es hora.

Los hombres y mujeres ahí apostados se miraban entre si. Algunos molestos continuaban vociferando en contra de Cano y otros lo miraban curiosos.

Entre ellos Mina, una joven doctora que hacía poco había ingresado a la base.

-¡Yo voy contigo! - gritó de repente dejándolos a todos en silencio, incluso al Dr. Cano.

León buscó entre la multitud la voz profunda de la mujer que sería la primera en seguirlo en su huida y en su lucha por salvar a la raza humana.

-¡Acá! - levantó su mano - Mi nombre es Mina. Llevo pocos meses en esta base y... te creo. 

Cano no podía creer lo hermosa que era y tan joven para estar ahí entre tanto hombre y mujer maduro y de mirada sombría.
Mina iluminaba todo a su alrededor con sus largos y ondulados cabellos rojizos.

-¡Gracias! - dijo el doctor alegremente brindándole una sincera sonrisa
-¡Yo también te creo! - gritó otro científico también joven
-¿¡Qué debemos hacer!? - dijo un tercero desde el fondo de la sala
-¡¡Si!! ¡¡Dinos por favor!! - eran las voces de otros cientos de científicos que se comenzaban a unir a la causa del doctor León Cano

-¡Están todos locos! - gritó Luna, quien fue avisado de esta reunión, la que se estaba llevando a cabo sin su permiso.
-¡Ah! Luna - exclamó León - que bueno verte ¿Cómo te ha ido con la caza?-  preguntó irónico el Dr. Cano

-¡Tu!, maldito, ¡tu fuiste el responsable de que esos lobos huyeran!. ¡No le crean nada a este farsante! - gritaba, mientras se iba acercando al podio donde estaba Cano

-¿Porqué un farsante? - dijo Mina acercándose hacia ellos - Yo se muy bien que tú eres quien nos ha estado mintiendo todo este tiempo.

-Llegaste hasta la universidad donde estudiábamos para traernos hasta aquí engañados. Diciéndonos que se trataba de experimentos que salvarían a todas las especies de su inevitable fin, y... con ¿qué nos encontramos al llegar? 
-Muerte de animales, experimentos con sus ADN, híbridos, ¡¡seres monstruosos creados por ti y tus secuaces!!
-Además de los que tienes trabajando esclavizados para que busquen el agua que tanto necesitas tu y ¡¡tus amos!! - gritó otro joven que también se acercaba hasta donde estaba el doctor Cano.

-¡Ustedes no saben lo que dicen! - gritaba Luna - ¡Les di la experiencia más asombrosa de sus vidas!. Colaborar con lo que será el Nuevo Orden Mundial. ¡Una nueva raza de super humanos!. ¡Son unos malagradecidos!! ¡¡Arréstenlos!! - gritó Luna a los guardias que lo custodiaban.

Fue el momento en que un gran desorden hizo que todos corrieran a esconderse en algún lado. Cano conocía muy bien el lugar y sus pasadizos secreto. ¡El los había ayudado a construir!

Tomó de un brazo a Mina y la instó a que lo siguiera. Ella, a su vez, les gritó a los demás jóvenes científicos que fueran con ellos.

Gritos y golpes se adueñaron del salón.

Los viejos trataban de entender de qué se trataba todo eso y entre todos detuvieron a Luna instándolo a que les explicara por que usaba la fuerza contra sus propios colegas.

A Luna no le quedó otra opción que aquietar a sus hombres de seguridad.

-¡Somos hombres de ciencia! - vociferó uno de los ancianos - ¡nunca había visto esta clase de represión contra nuestra libertad de acción!
-Si ellos no desean continuar con los experimentos ¡¡están en su derecho Luna!! Déjalos irse. - dijo otro más calmado

Pero el Dr. Luna no podía dejarlos ir. El sabía que si lo hacía le harían saber al resto del mundo acerca de sus monstruosos planes.

Si bien ya había gente afuera de la base que estaba liderando a grupos para que supieran la verdad, estos eran muchas veces tildados de locos lunáticos y fanáticos. Pero si los que se atrevieran a hablar con base científica de todo lo que estaba sucediendo eran los doctores que venían saliendo de una base militar secreta instalada en lo más profundo de la Antártida... Ahí la cosa cambiaría fatalmente para los planes de los que, como Luna, ya se creían los amos del mundo.

-Tienes razón Roberto - dijo Luna para tranquilizarlos - Dejaré que se vayan. Ahora sigamos con nuestros trabajos. ¡Vamos, a trabajar!

Así, todos los científicos que no huyeron con Cano volvieron a sus despachos y a sus laboratorios sin dejar de pensar en las palabras de León y de Mina y de todos los jóvenes que huyeron con él.

-¿Y si tienen algo de razón? - comentaba uno 
-Yo les creo - dijo Roberto casi en un susurro - vengan conmigo, les mostraré algo impresionante.



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