En aquellos lejanos años él era un simple estudiante,demasiado joven e iluso. Ansioso de aprender, investigar y crear, como sus maestros.
Llegaron junto con un grupo de gentes de otras galaxias amigas. Juntos se felicitaban por haber descubierto este hermoso planeta lleno de vida y de recursos que les permitirían continuar subsistiendo.
El Dr. Cano muy pronto comenzó a involucrarse con los seres que ya habitaban el planeta. Si bien era una raza muy atrasada evolutivamente; había algo en ellos que lo hacía reflexionar acerca de sus extraños modos de convivir con el resto de las criaturas.
La emoción no era inherente a su personalidad, pero si la conocía. Sabía que para los principios de su estadía en la nave y sus progresos investigativos debía dejar de lado esa extraña sensación que a veces le recorría por las venas cuando observaba a los seres inferiores lamerse, correr juntos y jugar, acicalarse unos con otros, cuidarse y respetarse.
Cano no era ajeno a aquellos sentimientos, solo que sus maestros le habían indicado que debía mantenerse concentrado en sus estudios para lograr mayores y mejores resultados.
Muchos años pasaron en los que junto con otros igual que él construyeron lo que ahora eran las bases ubicadas dentro de la tierra. Esa donde ahora se encontraba intentando salvarse y salvar a la especie que él y los otros ayudaron a crear y que ahora estaban dispuestos a destruir.
En aquellos años fue cuando Cano conoció a la que ahora es la dra. Mina. Ella provenía de otra galaxia cuyos habitantes eran un poco más avanzados en tecnología y en espiritualidad.
Ambos supieron, al verse, que eran su propia alma gemela por lo que desde el principio comenzaron a recorrer sus días juntos sin que nada ni nadie los pudiera separar.
Sus maestros lo comprendieron y observaban amorosos aquella relación nacida en tierras tan lejanas.
Mientras Mina trabajaba en obtener mejores resultados en sus investigaciones y experimentos con la especie humana, Cano se preocupaba de las bestias que poblaban la tierra para entregarles mejores condiciones de vida y así poder asistir en su evolución con mayor facilidad.
En eso estaban cuando comenzó la guerra intergalactica.
Los que venían de otras estrellas, muy poco evolucionadas, descubrieron este gran experimento y decidieron venir a arrebatarlo a la fuerza para así formar su propio invernadero y crear una raza de esclavos que servirían para su propio beneficio.
La lucha fue intensa. Muchas almas decidieron abandonar el planeta antes que verlo destruido por completo. Mina y Cano lucharon hombro con hombro intentando salvaguardar a la pequeña criatura que ambos habían procreado, siendo éste el primer nacimiento ocurrido en el nuevo planeta que ahora los cobijaba.
Fue el doctor Luna quien se mezcló con la resistencia para provocar más caos, destrucción y guerra.
En una de las batallas, Mina y su pequeño bebé fueron brutalmente asesinados por los hombres de Luna provocando la más absoluta desolación y tristeza en el alma del doctor León Cano.
Los primeros habitantes del planeta habían perdido la batalla.
En una de sus convenciones decidieron dejarles el planeta a ellos con la condición de dejar vivir a los primeros humanos, mientras, ellos vigilarían desde un punto remoto que esta condición se cumpliera.
Cano estaba destrozado por la muerte de su mujer y su hijo. Las emociones estaban ahora a flor de piel y recorrían todo su cuerpo llenándolo de dolor y una profunda tristeza.
Fue el momento indicado para que el Dr. Luna lo tomara a su cargo y lo iniciara en sus experimentos maquiavélicos con los seres que con tanto amor y preocupación él mismo se había encargado de encaminar por el sendero de la evolución.
Ahora todo volvía hacia atrás. La tierra había vuelto a las tinieblas y el corazón de Cano también.
Luna y los de la Confederación que lo asesoraba invitaron a Cano a beber del líquido viscoso y amargo que a ellos los devolvía a la vida cada vez que sus energías comenzaban a disminuir indicándoles que el paso por esta dimensión estaba próximo a terminar.
Cano sabía que con esta acción terminaba por perder su alma definitivamente, entonces no lo pensó dos veces y bebió de aquel líquido que sabía horrible pero con el cual, muy pronto se dió cuenta, comenzaba a olvidar la inmensa pena que la partida de Mina y su bebé le habían producido.
Muchísimos siglos habían pasado y Cano siempre se mantuvo oculto bajo kilómetros de tierra, trabajando y experimentando con los lobos y con otras especies que les servían en las causas que se fueran necesitando para mantener a la ahora multitudinaria población que caminaba sobre su cabeza.
Pero fue justamente en la única salida que hizo desde la base que todo comenzó a cambiar para él y con eso también el mundo cambiaría.
Luna lo invitó a un cónclave de científicos de toda la tierra donde tratarían temas como los cambios climáticos y expondrían las posibles soluciones para salvar al planeta.
Fue en ese evento que volvió a sentir que su adorada Mina estaba ahí presente, muy cerca de él.
Su corazón y su mente la percibieron. Todos sus sentidos se pusieron en alerta y comenzó a buscarla con la mirada.
Corría el año 1940, Rotterdam, Holanda. Una hermosa pelirroja de ojos intensamente verdes le sonreía a través del auto que la llevaría hasta su hotel.
Cano sintió que su corazón daba un vuelco dentro de su pecho. ¿Lo habría reconocido?
A la mañana siguiente y mientras duró el cónclave, ambos científicos comenzaron a tratarse y a reconocerse nuevamente.
Luna se dió cuenta de estos hechos y sin hacer demasiado ruido comenzó a hacer unos llamados sin que nadie lo notara.
-¿Sharroo? - dijo Luna al teléfono - si Coronel, soy yo. Esto es importante...
Era la mañana del 10 de mayo. Mina y León se encontrarían por última vez en la ciudad. Ambos estaban muy ilusionados. Cano ya había preparado su carta de renuncia a la base y a todos sus experimentos terroríficos que ahí se llevaban a cabo. Pero Mina nunca pudo concurrir a la cita. A las 13:20 horas un horda de bombarderos arrasó la ciudad matando a miles de personas. Entre ellas a Mina.
La Segunda Guerra ya comenzaba a causar serios estragos en la población y Cano sabía que no era por casualidad.
Desde aquella tarde el doctor León Cano supo que su misión sería otra. Intentaría revertir todo el daño que había provocado antes que la muerte lo alcanzara pues estaba decidido a dejar de beber de aquel líquido intragable que le había permitido volver a ver una vez más a su amada Mina pero que ya no estaba disuesto a seguir hipotecando su alma entregándola a los poderes que nunca buscó ni deseó.
-La volveré a ver - pensó - y cuando eso vuelva a suceder podré mirarla a los ojos sin sentir vergüenza de lo que he hecho y de lo que fuí.
Por su parte, Luna estaba satisfecho. Cano era todo un erudito en lo que a experimentos con seres vivos se refería. Si lo perdía sabía que muchos de sus proyectos se verían frustrados y tendría que rendirle cuentas a la Confederación, lo cual no dejaba de angustiarlo un poco. Él sabía que con ellos no se jugaba.
Cano volvió a la base y a su trabajo pero ahora con una nueva ilusión en su pecho.
-Esto es lo que los seres primitivos intentaban hacerme entender. Este es el sentimiento que los hace mantenerse vivos. Ahora lo se. Este poder me devolverá a ella y a una nueva vida.
La batalla final había comenzado y Cano estaba ahí para ayudar
-Por qué se demoraron tanto amigo? - preguntó Numitor
-Disculpa, estaba tratando de reunir a los de mi especie para que también logren salvarse del desastre.
-Lo lograste?
-Mi raza es muy extraña viejo amigo. Pocos acudieron al llamado. Muchos prefieren quedarse y creer que con el dinero y el poder lo tienen todo arreglado. Eso es lo que Ellos vienen a hacernos ver. Que nada de eso es importante. Aqui estoy viendo vida, amor, cariño, compañerismo, lealtad, amistad; características que lamentablemente entre los humanos no son demasiado frecuentes.
-Entonces... Perecerán?- Preguntó Numitor
-Lamento decir que si. - suspiró León mirando hacia el cielo- Hice lo que pude. Los que tuvieron oido, oyeron y están ahi arriba de esa nave que nos llevará a un mejor lugar.
-Lurkus estará bien?- preguntó angustiado el anciano observando la escena de la pequeña familia alrededor del cuerpo herido del pequeño lobo - Fue valiente y feroz en la batalla. Si no hubiese sido por él tal vez todos estaríamos muertos o peor aun, a merced de los experimentos y atrocidades del doctor Luna.
-Estará bien amigo. - dijo León- Ahora ya todo terminó. ¡¡¡Toooooodos a boooooordo!! - Exclamó feliz León tratando de ordenarlos a todos para subirlos a la gran nave.