-¡¡Finalmente doctor Luna!!
-Finalmente qué!!. Habla pronto que estoy ocupado
-Doctor. Hemos logrado seguir al doctor Cano y dimos con la entrada!!
-Me has dicho esa mentira miles de veces. ¿Estás seguro esta vez?
-Si doctor. Yo y un grupo de mis hombres lo siguieron y están muy cerca de acá
-Mmm..Siendo asi, hoy mismo entraremos por ellos!!
-¿Hoy doctor?.
-Si, la llegada de los cazadores está lista y preparada. Vienen en camino. Esta vez no podrán escapar. Se que hay muchas especies mutantes que aun desconocemos. Serán nuestras y servirán a todos nuestros propósitos.
-Doctor, escuché por ahí que el fin está cerca. ¿A que se referían con eso. Usted sabe?
-Si querido amigo. Pronto este planeta sucumbirá y solo unos pocos saldremos de aquí con vida.
-¿Y los experimentos doctor?
-Ya están siendo embarcados en las naves que nos sacarán de aquí. Ellos serán nuestros guías en la búsqueda de un nuevo lugar que podamos los humanos habitar. Por eso necesitamos a la mayor cantidad de especies que podamos reunir!!. No sabemos cuanto tiempo tardaremos en encontrar un planeta habitable.
Al asistente del doctor Luna le costaba aun entender de qué se trataba toda esta operación.
Tenía claro, eso si, que le debía eterna gratitud ya que él lo había salvado de perecer durante la gran batalla librada hacía años atrás en donde, el doctor le había contado, que sus padres y su pequeña hermana habían muerto desgarrados por las mandíbulas feroces de los lobos que intentaban huir de la masacre.
Aquella noche llegaron en una nave los lobos antárticos que habían estado trabajando para encontrar la tan escasa agua que quedaba aun en la tierra. Entre ellos venía el padre de Lurkus. Estaba muy diferente a como se había ido. Sus ojos ya no tenía expresión, su piel estaba quemada por el intenso frío que tuvo que soportar, sus cabellos ya no tenían color. Su mente ya no pertenecía a este mundo, sólo su alma aun estaba intacta, pero dormida.
Los encargados de la misión tenían ya todo preparado y enfilaron hacia la entrada de la cascada.
Aquel día todo había estado en paz en el bosque. Numitor había logrado conseguir que gran parte de los habitantes de éste se reunieran en la cueva que les había mencionado con anterioridad León. Ahí les explicó lo que debían hacer y también que debían estar preparados porque no había seguridad de que salieran todos con vida de ese lugar ya que se sabía que al otro lado estarían esperando por ellos.
Al anochecer Lurkus continuaba sintiéndose extraño. Su cuerpo se estremecía, su cabeza y su corazón presentían que no debía dormirse así que hizo caso de sus sentimientos y se mantuvo alerta cuidando de todos.
Algunos otros lobos mutantes, leones, tigres y elefantes se unieron a su misión. Dentro de sus cabezas sentían la voz de Lurkus que les decía que debían estar atentos.
Numitor se acercó a este pequeño y extraño batallón conformado por hombres lobo, tigres anaranjados, leones de piel rojiza y negra, elefantes sin su trompa, y comprendió que el momento estaba cerca. Corrió a la cueva a decirle a los demás que estuvieran preparados.
Al otro lado de la cascada los grandes y feroces hombres lobo estaban a la espera de recibir la orden para atacar.
-Tenemos conocimiento de que los mutantes esperan ver luces en el cielo. Ellos creen que esa será la señal que los salvará.
-¿Cómo sabe eso doctor Luna?- Exclamó admirado el asistente.
-Se supone que estaba "escrito" por los llamados profetas. Asi que nosotros nos tomaremos de esas supersticiones y haremos que aparezcan efectivamente luces en el cielo y cuando hayan entrado los nuestros, la puerta dimensional será destruida para que nuestras naves puedan por fin entrar. ¡¡Ya verás!!, subirán como unos corderitos pensando que esa es su salvación!!! Jajajajajajaja- Reía fuertemente el doctor Luna con los ojos desorbitados de locura.
Cuando la luna aun resplandecía en el firmamento extraños haces de luces comenzaron a distraer a Lurkus y a sus compañeros de lucha.
Sus corazones comenzaron a latir rápidamente y se sentían desconcertados. ¿Serían esas extrañas luces las que estaban esperando?
Mientras ellos miraban hacia el cielo una fuerte explosión se hizo escuchar por todo el bosque. La cascada había dejado de existir y una inmensa jauría de lobos mutantes y hombres lobo corrían feroces en busca de su presa.
Lurkus y el pequeño batallón casi enceguecieron al ver el fuego y sentir el calor de la explosión que acababa de suceder ante sus ojos.
Todos comenzaron a ponerse muy nerviosos. ¿Donde estaba la nave?. ¿Donde estaba León?. ¿Qué era todo esto?.
Luego de la explosión un frágil silencio se apoderó del lugar. Todos los sonidos del bosque se habían acallado.
Lurkus había dicho a Numitor y a otros ancianos que no salieran de la cueva hasta que él no diera la orden de que lo hicieran por lo que al menos sabía que su madre y Rea y todos los demás estaban a salvo por el momento.
Los sentidos del tigre anaranjado, de los leones rojizos y negros y del elefante sin trompa comenzaron a volverlos locos. Sabían que algo había escondido en la oscuridad pero no lograban entender bien que era. Asi se lo dijeron a Lurkus quien hacía un rato ya los había escuchado venir y tampoco supo bien de que o quien se trataba.
Había un olor entre lo que alcanzaba a percibir que le parecía muy familiar y tuvo miedo de pensar que podría ser.... su padre. Este pensamiento lo mantuvo paralizado por algunos segundos hasta que el resto del pequeño batallón lo sacó de su estado de sopor y se puso en guardia junto a los demás.
El silencio se podía palpar y el terror terminó por casi paralizarlos cuando Lurkus y los demás vieron acercarse cientos o miles de ojos que brillaban como estrellas rojas en la oscuridad. En su interior sabían que eran los lobos antárticos.
El pequeño batallón instintivamente hizo un círculo para protegerse. Sus pensamientos fueron de inmediato hacia la cueva para decirles, de alguna forma, que por nada salieran de ella.
Lurkus aterrorizado no sabía qué debía hacer. Sólo pensaba en su madre, en Rea, en su padre... Un momento, pensó, - mi padre está aquí. Lo siento, lo percibo. ¡PADRE!
Los lobos antárticos parecieron volverse como locos ante el estruendoso grito que realizó Lurkus. Todos ellos eran padres pero no lo recordaban y esa pequeña palabra había logrado hacer que algo en su interior se descontrolara y perdieran el control de lo que iban a hacer a ese lugar.
Lurkus se dió cuenta de que algo no andaba bien con estos lobos y aprovechó la ocasión para refugiarse entre los árboles intentando alejarse lo más posible de la cueva en la que se encontraban todos los demás. Los del pequeño batallón de mutantes lo siguieron.
-Doctor, doctor qué hacemos. Los lobos parecen como locos. No responden a los estímulos!!
-Esto tiene que ser obra del doctor Cano!!- Dijo enfurecido Luna, con los ojos inyectados de rabia.
-Controla a esas bestias yo me preocuparé del resto.- dijo Luna y desapareció del lugar.
El asistente, muy nervioso, comenzó a presionar botones y a reprogramar los chips insertados en los cuerpos de los animales para intentar volver a controlarlos, mientras Lurkus y sus amigos continuaban procurar alejarse lo más posible del lugar.
Repentinamente los lobos antárticos volvieron al ataque y con más fiereza siguieron la huella del pequeño batallón que custodiaba la cueva. Lurkus podría haber huido ya que el doctor Cano había logrado con sus experimentos que su rastro nunca fuera hallado pero no pudo dejar solos a sus compañeros de lucha y junto a ellos se unió a la sangrienta batalla.
El elefante, con su gran cuerpo, empujaba lejos a los intrusos y luego cuando veía que estaban en el suelo algo heridos corría hacia ellos y con sus grandes patas los aplastaba hasta que morían. De esta forma muchos lobos perecieron. Mientras el tigre anaranjado con su gran velocidad y fuertes mandíbulas rasgaba las pieles de los lobos y luego desgarraba su carne para lanzarla lejos. Los leones rojizos y negros ágilmente se movían para despistar al enemigo y luego, cuando este buscaba entre la negrura de la noche al león rojizo, aparecía misteriosamente sobre él el león negro para atravesar con sus colmillos la cabeza y de una patada romperles el cuello.
Lurkus por su lado, luchaba con los que eran como él. Con sus puños y su gran fuerza y ligereza acabó con varios. Los científicos no pensaron que estos especímenes venían muy agotados por todo el tiempo de lucha y trabajo forzado que les había tocado vivir durante su estadía en el continente helado.
Mientras la lucha continuaba en el bosque, el asistente de Luna con su radar ultrasónico encontró donde se escondía el resto de las especies y dando aviso de inmediato al doctor Luna fueron con otro grupo de lobos a atacar y secuestrarlos a todos.
Los que se refugiaban en aquella cueva estaban completamente indefensos, situación que aprovecharon Luna y sus asistente para lograr invadir aquel lugar sin que nadie opusiera resistencia.
Una vez dentro los lobos antárticos amenazaban con gruñidos a todos los ahí refugiados mirándolos fijamente y mostrando sus fuertes colmillos.
Numitor les dijo a todos que no opusieran resistencia que confiaran que ya vendría la ayuda tan esperada pero Rea no aguantó más y junto a otros cayó al suelo de rodillas y se puso a llorar amargamente.
El asistente de Luna se percató de esta situación mientras que el grupo de lobos y científicos iban sacando a los animales, a los mutantes y a otras especies del lugar para subirlos a la nave que los esperaba a unos pocos metros del lugar.
Al acercarse a ver de donde venían los gritos para acallarlos a la fuerza si fuera necesario, sus ojos no podían creer lo que su corazón le decía. Ahí estaba su pequeña hermana Rea. Él sabía que era ella. La pequeña que el recordaba en brazos de su madre cuando fue capturado y de la cual le había contado Luna había muerto en la antigua batalla donde los lobos supuestamente mataron a toda su familia.
-Rea!!- exclamó y la levantó del suelo con ternura y emoción
-¡Abuelo, abuelo!.. Ayúdame por favor- Gritó Rea aterrorizada.
-Rea por favor, soy yo tu hermano ....¿como me llamaba?
En ese momento Numitor logra zafarse de los hombres lobo y llega corriendo hasta donde está Rea llorando tirada en el suelo atrapada por los brazos de Remy.
-Déjala en paz!!!- logra gritarle Numitor a Remy mientras con su gran bastón le da un fuerte golpe en la espalda dejándolo tirado en el suelo mal herido.