jueves, 8 de julio de 2010

8.- ENCUENTRO CON LA VERDAD


Lurkus hizo caso de lo que Rea le había dicho y llevó a su madre hasta aquel lugar que no sabían porque extraña razón les hacía sentir tranquilos y en paz.

Una vez ahí, buscaron donde cobijarse del frío de la noche y comenzó a recorrer el lugar.

Había una fuente de agua que caía en forma de cascada, bellísima. Los sonidos y olores que ahi se percibían le hacían evocar su primera infancia. El ruido del agua cuando golpea la piedra, los breves rayos de sol que iluminan de vez en cuando aquel riachuelo. El viento en la cara. Todo le hacía rememorar sus años cuando aun era un cachorro que no podía salir de su madriguera.

Su madre ya un poco recuperada lo siguió hasta donde él estaba y lo mira tiernamente.

-¿Recuerdas aun este lugar Lurkus?- le preguntó.
-¿Había estado yo antes aquí madre?- le responde él extrañado y ansioso
-Si hijo. Acá venimos todas a parir a nuestros cachorros para darles protección
-¿Todas?
-Si hijo, todas las que de algún modo nos hemos visto envueltas en esta locura que están haciéndonos los humanos.
-¡¿Por qué?!. ¡¿Quien más fue llevado hacia ese lugar horrible!!?
-Tus abuelos Lurkus. -dijo ella cabizbaja-
-¿Mis abuelos?. -preguntó él.
-Si hijo. Ellos y sus padres también fueron atrapados. Esta historia se viene repitiendo hace muchísimos años ya.
-¿Y qué pasó con ellos?
-Ellos, como muchos más, simplemente desparecieron. Nunca más los volvimos a ver ni a oler ni a percibir.
-¿Y qué es este lugar madre?
-Aquí fue el único lugar que nos brindó refugio. Tu abuelo lo descubrió, cuando aún podía seguir siendo como nosotros.

En ese momento aparecieron Rea y su abuelo y lentamente se acercaron hacia ellos.

-Hola Lurkus; mira él es mi abuelo -señaló Rea-
-Perdón que interrumpa pero oí que su padre fue el gran Lugh -preguntó Numitor a la madre de Lurkus- ¿Es que acaso tu eres Druan?.
-Si señor ese es mi nombre y Lugh era mi abuelo.

Numitor se le acerca y la abraza firmemente llorando como un niño.

-¡¿Abuelo que te pasa, estás bien, qué tienes?!
-Nada hijita, nada. Ya está.. Ya está bien.
-¿Usted conoció a mi abuelo?-preguntó emocionada Druan-
-¡¡¡Claro que lo conocí!!!. Escapamos juntos de aquel infierno.

Numitor cayó al suelo y ya no pudo contener la pena y tomando a Rea de la mano exclamó:

-Mi niña. ¡Ella fue la primera criatura que logramos salvar de las garras de aquellos seres sin alma!. Su abuelo dió la vida para que ella sobreviviera. Ella y usted y los pocos que pudimos salir de ahí.
-¡¡Qué dices abuelo!!- exclamó Rea-
-Si hija. Tu y yo somos una raza especial. Nos rehicieron. manipularon nuestro ADN y terminamos convertidos en esto.
-Pero qué somos!!- exclamó Lurkus asustado
-Somos lobos hijo, pero una raza que se llamaría Lobos Antárticos.

Mientras Lurkus, con lágrimas en los ojos, miraba a su madre; Rea hacía lo mismo con su abuelo. Querían respuestas a miles de preguntas que en ese momento inundaban sus cabezas.

-Hijo-dijo Drea- Yo te puedo contar que hasta donde se, muchos de nosotros fueron enviados a tierras muy muy lejanas. Donde el frio es eterno y nunca se deja sentir la tibieza del sol sobre la piel. Ahí existen más humanos.. muchísimos... que controlan las mentes de los nuestros y los hacen excavar en la roca, en la nieve, bajo las gélidas aguas del mar, buscando lo que tu ves aquí a tus pies.
-¿Agua?-exclamaron Rea y Lurkus a la vez.
-Si pequeños, agua. Este elemento fué agotado por ellos mismo. Malgastandolo, envenenandolo, hasta que ya casi no queda nada.
-Pero porque nosotros?-preguntó Rea
-Porque nuestros cuerpos en aquellos años eran los más fuertes para soportar aquel clima, pero necesitaban a seres con pies y manos para lograr sus objetivos. El hombre los tiene pero no tiene la capacidad de sobrevivir en las condiciones climáticas que existen allá.
-¿Y usted estuvo ahí?-preguntó Lurkus-
-Si hijo, estuve y puedo decir con orgullo que logré hacer que huyeran muchos de los nuestros. Lamentablemente en esa huida también muchos murieron a manos de esos miserables.
-¿Mis padres abuelo?- dijo Rea llorando-
-Si pequeña, tus padres, mis hijos, tus tíos, tu abuela
-¿Y porque nosotros no somos como los que quedaron allá?-preguntó Lurkus
-Aunque no lo creas entre ellos hay gente buena. Existe uno que fue quien de alguna manera hizo que algo no les funcionara como ellos habían planeado. Algo que tiene que ver justamente con el poder de manipularnos a su antojo, como seres sin alma, sin conciencia.
-Sabe usted si quedan más de los nuestros allá? -preguntó Drea-
-Lamentablemente si querida. Y creo que tu esposo acaba de ser enviado.
-¡¡Cómo lo sabe!!-exclamó ella-.
-Les conté del ser humano que nos ha estado ayudando a escapar desde que toda esta locura comenzó. El nos ayudó a crear este sitio.
-¡¿Cómo es eso!?- preguntaron todos
-Amigos, estoy un poco cansado. Por favor les ruego me disculpen. Sólo se que aquí estarán a salvo. Ya vendré nuevamente a visitarles y les contaré más.
-¡¡Pero abuelo!!-exclamó Rea
-Tiene razón tu abuelo-dijo Lurkus- Ve con él. Nos vemos mañana.
-Drea, por favor, no pierda la esperanza, tal vez aun podamos rescatar a su marido.
-Eso espero Numitor. Gracias-respondió Drea abrazando al anciano lobo y besándole las manos.

Lurkus y Rea se refugian bajo un frondoso árbol esperando que la noche transcurra rápidamente para saber más.

Él sólo piensa en la forma de llegar hasta donde está su padre y lograr salvarlo de aquellos desquiciados.

La noche está estrellada. Una suave brisa se siente recorrer los añosos árboles de aquel bosque.

El agua cristalina no deja de manar y fluir por la cascada. Los sonidos aquietan y arrullan a Lurkus, quien se duerme pensando en Rea, Numitor, su padre, pero sufre al oir a su madre llorar despacito para que no la escuche él.